sábado, 13 de agosto de 2011

ONG PLAN: Historias del hambre en Kenia y Etiopía




Para descarga de las fotografías que acompañan a las historias: www.planspaintv.com

PLAN, organización internacional de protección de la infancia está presente en Kenia desde 1982 y Etiopía desde 1974. El personal en el terreno envía testimonios directos de la situación.

“La atención está centrada en Somalia y las zonas de refugiados somalíes pero la situación es muy difícil en zonas en Kenia y Etiopía donde no está llegando la ayuda y la población local, especialmente los menores, lleva muchos meses sufriendo de hambre crónica” (Concha López, directora general de PLAN en España)

ETIOPIA

En Etiopia, 4,5 millones de personas necesitan ayuda de emergencia según cifras gubernamentales. PLAN está distribuyendo alimento y agua entre la población de las regiones de Amhara, Oromia y la región de SPNNPR (Southern Nations Nationalities and Peoples).

Niñas y mujeres, las más afectadas por la sequía.

Entre las comunidades Borana, que habitan al sur de Etiopía, las mujeres y las niñas son las responsables de todas las tareas del hogar y muchas otras fuera de él: cocinar, buscar agua, recoger leña, cuidar de los niños, ordeñar, sembrar y recolectar entre otras.

La presente sequía ha incrementado la presión sobre las mujeres y las niñas que ya no encuentran agua cerca de sus hogares. Para ellas pedir a un hijo que vaya a buscar agua es un tabú social, ya que piensan que los hombres no deben soportar peso sobre sus espaldas porque puede hacerles daño. Por tanto sobre ellas recae la responsabilidad de encontrar agua, alimentar a su familia y seguir generando ingresos, un rol crucial para mantener a la familia unida.



Debo Dida llevando agua a su casa


Debo Dida, de 10 años, acaba de llegar de recoger agua de un pozo cerca de Weyeb. Camina unos 12 kilómetros dos veces al día con 15 litros de agua. La propia Debo cuenta que “había un pequeño pozo en nuestra aldea antes de la sequía, pero han pasado más de seis meses desde que se secó y tuve que empezar a traer el agua de un pozo lejano a mi aldea. Es difícil ir al colegio si tengo que ayudar a mi madre con el agua, por eso me he quedado en primer grado. Es muy cansado traer el agua a la espalda con el sol abrasando.”

Ruhama Elemo, de 8 años, camina tres kilómetros tres veces al día para llevar agua a su casa. Con un pedazo de tela envuelve su bidón de 10 litros alrededor de sus hombros. “Vuelvo rápido a casa para ayudar a mi madre a cuidar a mi hermana pequeño mientras ella hace la comida. No me gustan las tareas que hago, especialmente cargar con el agua. Los bidones pesan mucho y es muy difícil volver a casa caminando entre el polvo y el sol abrasador.”



Ruharma Elmo recogiendo agua

Derme Ifa, de 29 años tiene que ir a buscar nuevos pozos de agua. Su aldea y los campos cercanos ahora están llenos de polvo y sin ningún brote verde, aunque algunos pozos de la zona mantienen la esperanza de las comunidades colindantes. “Soy una madre soltera al cuidado de 5 niños, el menor con tan solo 9 meses. Tengo que caminar cuatro horas para conseguir 20 litros de agua, y lo hago dos veces al día. Además a esta zona no llega ayuda alimentaria.”


“Desde que comenzó la sequía, hace más de ocho meses, he perdido 9 de las 10 reses que tenía. Y ahora mi única vaca ya ni siquiera produce leche porque no hay hierba con la que pueda alimentarse. No puedo alimentar a mi hijo menor porque no consigo leche de mi vaca y yo no estoy comiendo lo suficiente como para poder darle de mamar, cada vez está más delgado y encima ha tenido diarrea recientemente.”




Centros de salud: situación límite.
En la actual situación de sequía, los niños que se han quedado fuera del sistema escolar están en una situación especialmente desfavorecida, una situación que, en general, pasa desapercibida.

Mweni es aún demasiado pequeño para ir al colegio. A primera vista parece tranquilamente dormido, pero al mirar de cerca vemos como Kendi, de tan solo cinco semanas, sucumbe a la infección de piel, la tos y la fiebre causada por la malnutrición. Con 3 kilos de peso, la enfermedad afecta rápidamente a la vista y otros sentidos.

A pesar de la situación de su hijo, Mweni -madre de 31 años- habla con una sonrisa de sus tribulaciones al ser abandonada por su marido durante la sequía. Con la intuición de que no
sobreviviría a la sequía afirma: “no puedo alimentar o dar de mamar a mi bebe. Honestamente, se que pronto moriré, y conmigo la posibilidad de que mi bebe sobreviva.”



“Me muero de hambre con mis tres hijos, al menos dos de ellos, de 3 y 5 años, tienen la suerte de poder comer a diario en la escuela” dice con resignación. “En el colegio sirven boles de maíz hervida, que incluso mi hijo de tres años debe comer porque no hay más alimentos en casa”


Mweni dependía de los 40 chelines que ganaba diariamente por la venta de leña y carbón vegetal, pero ya no quedan árboles cerca de su aldea, y su fuente de ingresos ha
desaparecido.

Al mando del Dispensario de Kangonde de PLAN donde se atiende a Mweni y su hijo, está el Doctor Gitonga: “En la cola hay 60 pacientes y 40 de ellos con bebes de 3 a 5 semanas demasiado pequeños y delgados. Algunos todavía tienen algo de fuerza para toser o llorar débilmente, mientras otros mueren en silencio por malnutrición.“

Uno de cada seis niños tiene bajo peso y necesita tratamiento para infecciones de la vista y de la piel. El Dr. Gitonga cuenta que “están en diferentes estados de malnutrición severa, lo que impide el desarrollo de sus habilidades de percepción, reflejos y otros sentidos, por eso están demasiado débiles para llorar, jugar o responder a cualquier estímulo. Algunos de estos niños están siendo enviados a los hospitales para que los alimenten por vía intravenosa. Solo un tercio de los niños como Kendi tienen la suerte de poder acudir a clínicas post natales. El resto sobrevive sin ayuda médica, y algunos son atendidos por hechiceros, ya que es común que se confunda los síntomas de la malnutrición con la brujería. “



Kenia: En Kenia, donde PLAN está distribuyendo agua y alimentos a 260.000 niños y sus familias y en las escuelas, cerca de 3,5 millones de personas necesitaran ayuda alimentaria a lo largo de varios meses si se quiere estabilizar la situación

La sequía provoca abandono escolar
Mucha escuelas en Kenia viven la contradicción de ser los únicos puntos donde muchos niños hacen su única comida del día y sin embargo no hacen más que quedarse sin alumnos que dejan las clases para ayudar en la búsqueda de agua y alimentos a sus familias. El director del colegio de la región de Machakos en Kenia, Onesmus Malombe, nos cuenta que “han abandonado 10 de 426 niños solo en el mes de Julio. Algunos son obligados a dejar la escuela para trabajar”.




“La situación es muy difícil. Algunos niños que vienen al colegio habitualmente se encuentran mal durante el día, es el hambre que los hace sentirse enfermos. Algunos de los niños se escapan del colegio porque están demasiado hambrientos para hacer frente a sus estudios. Y también casos hay de niños que abandonan para buscar trabajo y así poder alimentar a su familia.”

Dos niñas con la comida que les dan en la escuela

“Al comenzar la sequía no había muchos abandonos, pero según ésta fue haciéndose más severa se fueron incrementando. Los chicos se van a buscar trabajo, incluso venden todo aquello que tienen para poder comprar alimentos para sus familias. Al final muchos de ellos acaban siendo víctimas del trabajo infantil como fabricar ladrillos.”

“Ahora estamos muy preocupados porque si la sequía se mantiene, los niños acabarán perdiendo su educación. Con la comida que se está donando a los colegios esperamos que desciendan los abandonos y los niños sigan acudiendo al colegio”

Alimentación en las escuelas de Liani

“Mi hermana mayor va a la escuela vecina donde les dan comida a los alumnos. Siempre se guarda la mitad para dármelo a mí al llegar a casa” dice Mwene, feliz de que la Escuela Primaria de Liani haya lanzado un programa durante las vacaciones de Agosto para repartir comida entre los niños.

Mwene tiene 12 años, y vive en una pequeña aldea a 200 kilómetros al este de Nairobi, afectada por la crisis alimentaria. “Todas las mañanas me levanto pronto y veo que mi madre ya se ha marchado a buscar agua, y que no volverá hasta bien entrada la tarde, varias horas después de que yo haya vuelto del colegio. A veces llega a las 8 de la tarde.”


Para poder hacer frente a la escasez de alimentos la escuela primaria de Liani ha recibido sacos de maíz y de judías. “El programa de comidas durante las vacaciones no solo beneficia a los niños y niñas que del colegio, sino que no discriminamos, y cualquier niño del vecindario puede venir a por una ración de comida”, cuenta Francis Mutheni, director de la escuela.

Descarga de sacos de maíz en la escuela de Liani

Pero no todos los niños de la comunidad pueden seguir yendo al colegio: “un amigo del sexto curso decidió marcharse para buscar trabajo en los campos de arroz de Mwea. Ahora ha vuelto después de muchos meses, y nos cuenta historias sobre todo el dinero que ha hecho trabajando”, cuenta Mwene.

Esta situación de abandono escolar es cada vez más común. “Éramos de los mejores colegios de la zona, incluso mandábamos a chicos a institutos nacionales. Pero los resultados de los últimos exámenes muestran una fuerte caída en el rendimiento de los alumnos y no creo que este año demos la talla para mandar a ninguno de los alumnos”, explica el director de la escuela.

“Hemos tenido que hacer frente a situaciones como niños buscando comida a escondidas, absentismo, enfermedades, dolores de cabeza o conflictos por la poca comida disponible. Los profesores tenían que darle Chapatti (masa de harina) a los niños que peor se encontraban para motivarlos a seguir yendo al colegio.”

La sequía diezma las poblaciones de animales-

Francis Mutheni, el director de la escuela de Liani, es también un padre de 5 niños que sufren las graves consecuencias de esta falta de agua y alimentos. “El hambre representa el mayor problema en nuestra comunidad desde hace unos meses. He tenido que vender todo mi ganado porque necesitaba dinero para poder pagar los altos precios de los alimentos. De las 8 cabras que tenía antes de la sequía solo me quedan 2, y de los 10 pollos solo han sobrevivido 4.”





“Poder alimentar a mis 5 niños es mi mayor prioridad. Hemos tenido que reducir la cantidad de comida diaria. Ahora disponemos de dos kilos y medio de maíz y medio de judías por día para poder comer toda la familia.”

Francis Mutheni

“No puedo decir que antes de la sequía fuésemos ricos, pero no teníamos la necesidad de saltarnos ninguna comida y había trabajos eventuales que realizar y no tener que vender mis bienes. Si esta situación persiste me veré obligado a venderlos todos, y temo que mi mujer y mis hijos se marchen si no soy capaz de mantenerlos. No sé qué pasará”

“Antes de que el gobierno nos diese algo de comida mis hijos se saltaban el colegio dos días cada semana. No querían ir a la escuela porque no se encontraban bien y tenían que caminar grandes distancias para llegar al colegio”

“Esta crisis puede afectar de forma irreversible al futuro de mis hijos porque no pueden aprender si van a la escuela intermitentemente”

“El mayor de mis hijos tiene 12 años y el más pequeño 2. Todavía no me he planteado mudarnos a una gran ciudad para buscar empleo, pero si la situación se mantiene, no tendremos más remedio que irnos.”



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